martes, 27 de marzo de 2012

El Placard



 Aquel placard era su escondite preferido cuando de niño jugaba a las escondidas. La ropa negra y el sobretodo del mismo color lo confundían con la oscuridad y había pasado toda su infancia sin perder jamás haciendo uso del escondite.
      El día comenzó como cualquier otro. Se levantó, cepillo sus dientes, prendió la radio y tomó el desayuno. El diario acompañaba el café y las tostadas untadas con mermelada de ciruelas y manteca. Las noticias eran las de siempre: Robos, choques, asesinatos, violencia y más violencia. Terminó el café y dejó el diario. Fue al cuarto y se vistió. Se peinó cuidadosamente, se acomodó la corbata, tomó el saco, la billetera y se dirigió a la puerta. La abrió y se quedó parado, mirando hacia afuera. Un vecino pasó y saludó, quiso responder pero no pudo, estaba paralizado. En la puerta se habían estado formando los barrotes. Día a día con extraña tranquilidad se iban poniendo uno al lado del otro y él, cada vez con más dificultad e ignorándolos, lograba salir. En un principio solo bastaba con dar un paso al costado para pasar. Ya después tenía que ponerse de perfil y agachar la cabeza para poder salir. Ese día no pudo. Se quedó varios minutos exhorto mirando hacia afuera, hasta que cerró la puerta y empezó a retroceder, lentamente, manteniendo la mirada sobre la salida. El calor subió por su cuerpo. Desajusto la corbata ayudándose con un movimiento circular del cuello, pero el color de su cara empeoró. Caminó por el living mientras se sacaba el saco. Una gota rodó por su sien y luego por su mejilla. Corrió a cerrar las puertas y ventanas que daban al exterior  mientras intentaba regularizar su respiración. La radio, aún encendida, alertaba sobre un nuevo delito. Se tomó la cabeza y caminó de un lado al otro de la cocina, siempre el mismo recorrido. El calor era insoportable. Caminó hasta la habitación y se quitó la camisa. Entró temblando del miedo, deshaciéndose de todo el peso del pantalón y de su ropa interior.  Miró el placard y corrió a su encuentro. Totalmente desnudo abrió las puertas, miró el interior y entró. La respiración se fue calmando y él fue recogiéndose sobre si mismo, hasta quedar en posición fetal. Recordó su infancia y se tranquilizó. Y ya no pudo salir de allí.

1 comentario:

  1. Éste texto me ha gustado especialmente. Logras formar en mi cabeza la imagen que describes pero no solo como un cuadro, sino poniéndome en situación de lo que se siente cuando ya no se puede hacer la vista gorda ante el impacto de un problema que se ha estado negando durante tiempo. Da para reflexionar cómo siempre que nos vemos desprotegidos regresamos a la infancia...

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